Para nuestro viaje combinado, tuvimos que realizar los siguientes preparativos:
Debido a que ya teníamos caducada nuestra anterior autorización, tuvimos que volver a solicitar el permiso ESTA.
Para obtener la autorización, nuevamente realizamos la solicitud 3 meses antes de nuestro viaje (por si teníamos algún problema) en la propia web del Electronic System for Travel Authorization.
La autorización fue inmediata para los dos tras abonar la tasa requerida.
Aunque en el país americano no hay ningún problema en realizar pagos con tarjeta de crédito o débito, realizamos un cambio de divisas en nuestro banco para disponer de dinero en efectivo para imprevistos.
Luego, para esta primera parte del viaje:
Llegamos al aeropuerto con cerca de 2 horas de antelación a la salida de nuestro vuelo para pasar el control de seguridad. Sin embargo, aunque encontramos más gente de la habitual en la terminal, no nos llevó más de 20 minutos pasar el control.
Nuestro primer vuelo con la compañía Norwegian con destino a Londres salía a la hora programada, por lo que unos 40 minutos antes realizamos el embarque.
Tras 2 horas de vuelo, llegamos al aeropuerto internacional de Londres-Gatwick.
Como teníamos una escala muy corta (1 hora y 35 minutos de tránsito), nos dirigimos directamente a la siguiente puerta de embarque y en pocos minutos estábamos nuevamente en el interior de otro avión de Norwegian.
Después de 9 horas de vuelo, en las que cruzamos el océano Atlántico, llegamos a La Ciudad Hermosa, Orlando, a eso de las 3 de la tarde, hora de la Costa Este.
Tras pasar el control de seguridad, recibir un nuevo sello estadounidense en el pasaporte y entregar el formulario de aduanas, nos dirigimos a recoger el coche que habíamos alquilado siguiendo las indicaciones de Rental Cars.
Esta vez recibimos las llaves de un FORD Fiesta (que nada tenía que ver con los FORD Fiesta europeos), el coche con el que íbamos a contar los siguientes 9 días.
Colocamos el gps e introdujimos la dirección de nuestro hotel, situado a unos 20 Km del aeropuerto de Orlando.
En unos 20 minutos, llegamos a nuestro destino y aparcamos el coche en el parking gratuito del hotel.
Hicimos el check in y subimos a la habitación a refrescarnos un poco y recobrar fuerzas, aunque rápidamente volvimos a coger el coche para aprovechar la tarde de compras en el outlet Orlando International Premium Outlets.
Compramos bastantes cosas a buen precio y, cuando nos cansamos, cogimos el coche en dirección al hotel. Paramos a cenar en uno de los restaurantes de nuestra cadena americana favorita y, tras eso, nos fuimos directamente a dormir porque al día siguiente debíamos madrugar para desplazarnos al puerto de Cabo Cañaveral.
Nuestro barco, el Mariner of the Seas, de la naviera Royal Caribbean, partía del puerto de Cabo Cañaveral en dirección a Bahamas a las 4 de la tarde pero teníamos permiso para embarcar desde las 10 de la mañana, así que decidimos aprovechar ese hecho y embarcar tan pronto como nos fuera posible para así disfrutar unas horas más de las instalaciones del barco.
Tras desayunar en el hotel, cogimos el coche rumbo al puerto marítimo de Cabo Cañaveral, situado en la Space Coast.
Después de una hora de viaje atravesando zonas pantanosas (y viendo algún que otro cocodrilo) llegamos al parking del puerto marítimo de Cabo Cañaveral. Entregamos nuestra reserva (que ya habíamos abonado desde Madrid) y aparcamos.
Luego, nos presentamos frente a la minibús que nos llevaría hasta el muelle donde se encontraba amarrado el Mariner of the Seas. El conductor llevó nuestras maletas al remolque pensado para ello y nos acomodamos en los asientos del autobús. A las 10 en punto dejamos atrás el parking y nos dirigimos al muelle, al que llegamos 10 minutos más tarde…
El bus nos dejó justo a pie del muelle y por fin pudimos ver la colosal silueta de nuestro crucero… ¡El Mariner of the Seas era imponente! ¡Sus 15 cubiertas y sus más de 300 metros de eslora hacían de él un barco majestuoso y que nos quedáramos con la boca abierta!
Tras cerrar la boca (jaja), facilitamos al personal de tierra de Royal Caribbean nuestro equipaje para que fuera llevado directamente a nuestro camarote y nos dirigimos a la terminal. Una vez allí, entregamos nuestra reserva y recibimos las tarjetas (SeaPass) que nos identificaban como pasajeros del Mariner of the Seas y que nos permitían, además, abrir la puerta de nuestro camarote…
Y, por fin, embarcamos al Mariner of the Seas (no sin antes posar para una bonita foto justo a la entrada)… Lo primero que hicimos fue tomar el ascensor y dirigirnos a la cubierta 2 donde se encontraba nuestro camarote. Localizamos el camarote 2258 en el mapa dispuesto a la salida del ascensor y caminamos hasta él… Puede parecer mentira pero estábamos ansiosos por descubrirlo… Debía ser la emoción por navegar por primera vez… Colocamos la tarjeta sobre la cerradura y entramos… ¡Que maravilla! Enfrente nuestra encontramos una cama king size y, justo encima, una ventana panorámica enorme que nos permitiría disfrutar de las vistas del mar… A la derecha, localizamos un gran tocador y un armario y, a la izquierda, la puerta que cerraba un baño completo con ducha… ¡Era perfecto!
Las maletas aún no habían llegado al camarote pero, en cambio, si encontramos la reserva para la excursión Essential Nassau que habíamos reservado desde Madrid, la clave para conectar nuestros teléfonos al Wi-Fi del barco de acuerdo al paquete de internet que habíamos adquirido y 2 vasos de recuerdo isotermos, con una gran pajita, tapadera y un chip RFID oculto en su parte inferior (como los que usamos en Universal Studios Orlando en otro de nuestros viajes), con los que podríamos tener acceso a refrescos ilimitados durante todo el viaje…
Después de haber inspeccionado nuestro camarote, colocamos nuestros móviles y las tarjetas recibidas en sendas bolsitas impermeables y nos dispusimos a investigar el barco…
Nada más salir del camarote, encontramos justo al lado de nuestra puerta y en un espacio destinado a ello, el folleto Cruise Compass, que recogía todas las actividades que iban a tener lugar durante el primer día de crucero… Decidimos llevarlo con nosotros para echarle un vistazo…
Seguidamente, tomamos el ascensor hasta la cubierta 3 donde encontramos el Royal Theater donde se celebrarían distintos espectáculos durante el viaje; Studio B, un espacio para la práctica de patinaje sobre hielo y que también acogería un espectáculo ese mismo día que no nos pensábamos perder…; Art/Photo Gallery, una verdadera galería de arte como las que hay en tierra firme; y, también, una de las entradas al salón-restaurante principal.
Siguiendo nuestro ascenso por las cubiertas del barco llegamos a la cubierta 4 donde encontramos algunos bares como: el Boleros, con pista para bailar bailes latinos, o el Schooner Bar, con temática náutica, piano de cola y karaoke…; el restaurante a la carta japonés Izumi Hibachi & Sushi (coste adicional); otra entrada al salón-restaurante principal y el magnífico Casino Royale, donde prometimos echar un buen rato…
Ya en la cubierta 5 encontramos lo que parecía un paseo marítimo (no obstante esta cubierta tenía por nombre Royal Promenade) con multitud de tiendas y bares, entre los que destacaban The Bamboo Room, English Pub, Café Promenade y Playmarkers Sports Bar & Arcade, con mesas de billar y futbolín y grandes pantallas de televisión donde ver deportes…; y también hallamos el Star Lounge, el teatro principal.
Las cubiertas 6, 7, 8, 9 y 10 eran cubiertas sólo destinadas a camarotes, como la cubierta en la que se encontraba el nuestro, así que accedimos directamente a la cubierta 11. Allí, encontramos la entrada al Spa del barco (coste adicional); la piscina de adultos, que poseía 2 grandes jacuzzis y estaba rodeada hamacas y sofás para tomar el sol; un gran bar para distribuir bebidas a los usuarios de las piscinas; las 2 piscinas principales, que estaban rodeadas de jacuzzis y hamacas; una pantalla de televisión gigante detrás de las piscinas; los restaurantes a la carta Chops Grille y Jaimie’s Italian (coste adicional) y el restaurante-bufé Windjammer.
Las cubiertas 12, 13, 14 y 15 eran cubiertas al aire libre aptas para pasear o tomar el sol y con acceso directo a la cubierta 11. Pero, además, en la cubierta 12 encontramos la discoteca Sky Lounge y la pista de atletismo, así como el restaurante a la carta Johnny Rockets, los club para niños y adolescentes y el campo de minigolf; en la cubierta 13, encontramos el puesto de mando del barco, las instalaciones deportivas, toboganes acuáticos y una piscina de olas para practicar surf (coste adicional); y en la cubierta 14, el pub Ellington’s.
Después de investigar todo lo que el Mariner of the Seas ofrecía, estábamos aún más contentos… ¡El viaje prometía! ¡Lo íbamos a pasar en grande!
Sin más dilación, nos plantamos en la cubierta 11, pedimos unos refrescos con nuestros vasos, tomamos prestadas unas toallas con nuestro SeaPass y pasamos el resto de la mañana probando la fresca agua de la piscina de adultos y las burbujas de los jacuzzis, y tomamos los primeros rayos de sol tumbados en los sofás…
Tanto agua nos abrió el apetito, así que nos dirigimos al restaurante-buffet Windjammer… ¡El restaurante era enorme! La comida estaba exquisita y había muchísima variedad... ¡Mmmm! Además, poseía máquinas de Coca Cola Freestyle, como las de Universal Studios Orlando, así que sólo teníamos que colocar nuestros vasos en el lector de la máquina, elegir entre más de 100 bebidas diferentes y llenarlo sólo con pulsar un botón.
Luego de la comida y, tras descansar un rato tumbados en las hamacas, nos dirigimos al paseo de la cubierta 12 para ver como partía nuestro barco… A las 4 de la tarde en punto, el atronador sonido de la bocina indicó nuestra partida hacia tierras bahameñas… ¡Qué emocionante! En pocos minutos dejamos atrás el puerto de Cabo Cañaveral y nos adentramos en el Mar Caribe…
Con la brisa del mar azotando nuestros rostros, nos dirigimos a la cubierta 11 donde a las 16:15 horas comenzaba una fiesta con DJ en directo en la piscina principal. ¡Nos recordó a la pool party que vivimos en Las Vegas un par de años atrás!
A la hora establecida en nuestro SeaPass nos dirigimos al Punto de Encuentro para recibir las indicaciones de seguridad oportunas…
Luego, a eso de las 18:00 horas, regresamos a nuestro camarote para darnos una ducha y quitarnos el bañador para asistir al espectáculo de patinaje sobre hielo que tendría lugar a las 19:00 horas.
Esta vez sí, nada más abrir la puerta, encontramos nuestro equipaje en su interior… pero lo que nos llamó la atención fue ver el mar en movimiento a través de la ventana de la habitación… ¡Pasamos un buen rato simplemente mirando el mar a través del cristal!
Unos minutos antes de las 7, accedimos al Studio B, en la cubierta 3. Tomamos 2 cubiletes de palomitas de maíz y tomamos asiento… Luego, el espectáculo Ice Show: Ice Under The Big Top nos mantuvo pegados a los asientos durante una corta hora y media… ¡Qué espectáculo! ¡Una maravilla!
Después del espectáculo, y ya que se nos había pasado el turno para la cena en el salón-restaurante, nos dirigimos a cenar al bufé Windjammer de la cubierta 11 donde tenía lugar una cena temática: ¡cena italiana! De nuevo la variedad de comida y la calidad del bufé nos dejó impresionados… ¡Además, era una gozada cenar con vistas al mar!
Tras la cena, paseamos un rato por el paseo de la cubierta 12 para bajar la comida y luego, accedimos al pub Ellington’s de la cubierta 14 donde había comenzado la fiesta Hush! The Silent Party… ¡Una fiesta silenciosa! Si, has leído bien… ¡silenciosa! Nunca habíamos estado en una fiesta así pero, a pesar de eso, la fiesta prometía… En el pub no se oía nada, excepto a los participantes, que portaban auriculares con luces verdes o azules, cantando… ¡Era muy curioso! Pero lo más curioso es que no todo el mundo cantaba lo mismo ni bailaba igual: los que portaban auriculares con luces verdes lo hacían de una manera mientras que, los que los portaban con luces azules, lo hacían de otra… La curiosidad hizo que nos identificarnos con nuestro SeaPass como mayores de edad y accediéramos a la fiesta… El personal nos dejó prestados dos pares de auriculares con los que podíamos escuchar 2 músicas distintas y que se iluminaban de forma diferente en función de la música escogida (de ahí las luces verdes y azules que habíamos visto al entrar)… ¡Lo pasamos en grande!
Media hora antes de la medianoche nos dirigimos a la cubierta 5 pues en el Royal Promenade tenía lugar una auténtica fiesta setentera: 70’s Disco Inferno… Nuevamente esta fiesta estaba de lo más animada; y con el personal del barco disfrazado de ABBA y de los Village People… Bailamos cuando pudimos y también asistimos a una suelta de globos desde el techo de las cubiertas superiores a la medianoche con cuenta atrás y todo, que significó nuestra bienvenida al crucero…
Tras el fin de la fiesta, no quedaba otra cosa que hacer que volver al camarote a descansar de nuestro primer día increíble de crucero…
Para ese día, nuestro crucero haría puerto en la isla de Nueva Providencia y, más concretamente, en Nassau, la capital de Bahamas, por lo que teníamos previsto realizar una excursión para visitar lo imprescindible de la ciudad.
A pesar de que habíamos dormido plácidamente mecidos por las olas del mar, aquel día nos levantamos bastante temprano, pues los rayos de sol penetraban desde bien pronto por la ventana panorámica… Así que, tras vestirnos y tomar nuestro voucher de reserva de la excursión para aquel día, subimos hasta la cubierta 11 para empezar el día con un buen desayuno.
Si la comida y la cena el día anterior en el bufé Windjammer nos habían sorprendido gratamente, el desayuno nos dejó literalmente babeando durante un buen rato…
A las 8:30 de la mañana nuestro crucero atracó en el muelle de Nassau y pocos minutos después ya estaba permitido desembarcar pero, antes de eso, optamos por tomar de nuevo prestadas unas toallas de piscina con nuestro SeaPass porque vas valía prevenir que curar… tal vez fuera posible darnos un baño en aguas caribeñas antes de regresar al barco tras la excursión, ¿no?
Una vez desembarcamos, nos dirigimos al puesto de Royal Caribbean identificado con el número 2 de entre los que la compañía había habilitado para las excursiones organizadas, pues era allí donde nos habían citado a eso de las 8:45 de la mañana para la excursión Essential Nassau que habíamos reservado... A las 9 en punto ya habían acudido todos los pasajeros que iban a realizar la excursión por lo que, caminando acompañados de nuestro guía, dejamos a un lado el puerto y nos subimos al minibús con el que recorreríamos la capital bahameña.
Nada más dar comienzo a la excursión, llegamos a Bay Street, la principal calle de compras de la capital bahameña, repleta de joyerías, perfumerías y tiendas de souvenirs pero, sin duda, lo primero que llamó nuestra atención fue que ¡en Bahamas se conducía por la derecha! ¡Daba bastante impresión recorrer las calles de Nassau de ese modo!
Tras unos pocos metros recorridos a lo largo de Bay Street, pudimos contemplar Parliament Square y los preciosos edificios coloniales de color rosa de la Cámara de la Asamblea, del Senado y de la Corte Suprema de las Bahamas, símbolos maravillosos del pasado, presente y futuro del país… Pocos minutos más tarde, hicimos la primera parada del día para tomar unos ricos bocados en la Rum Cake Factory… ¡Esos bollitos hechos con ron quitaban el sentío!
Luego de la primera parada, nuestro minibús continuó por Bay Street con destino a Paradise Island, una isla del archipiélago bahameño con acceso por carretera desde la isla de Nueva Providencia y conocida por albergar el famoso complejo turístico Atlantis Paradise Bahamas, donde hicimos la segunda parada del día. ¡La fachada y las torres del Atlantis Paradise Bahamas eran impresionantes! ¡Qué lujo! Y su localización exquisita, en medio de dos lagos… Pasamos un buen rato haciendo fotos y admirando las preciosas casas de colores situadas enfrente del lago y que constituían el puerto de Atlantis Marina… Pero, además, accedimos al complejo, muy parecido a los grandes resorts de Las Vegas, ya que también disponía de un gran casino y una enorme piscina…
Con los dientes largos por tanto lujo, dejamos atrás Paradise Island y regresamos a la isla de Nueva Providencia donde se encontraban el resto de los must see de Nassau… De camino a la siguiente parada, pudimos ver algunos de los daños provocados por los últimos huracanes tanto en la vegetación como en las casas… Menos mal que el siguiente fenómeno meteorológico de ese tipo iba a tardar otra semana más en llegar al archipiélago caribeño, porque de verdad que daba bastante miedo ver lo que podían llegar a hacer…
Después, volvimos a bajar del autobús para subir a pie los 65 escalones de la Queen’s Staircase o Escalera de la Reina… A pesar de la subida, la vegetación de la zona hizo que fuese un paseo agradable, aunque lo mejor lo encontramos en la cima: unas vistas espectaculares de la ciudad, con el puerto de cruceros y Paradise Island con las torres del Atlantis, al fondo… Tras tomar unas bonitas fotos, continuamos a pie por el sendero que llevaba a Fort Fincastle, parando en los puestos callejeros a comprar algunos souvenirs… Luego, pagamos la entrada al fuerte (1 $ por adulto) y accedimos, ya que consideramos que era una visita apropiada para viajeros como nosotros, que nos gusta conocer la historia de las ciudades y lugares que visitamos… La fortaleza tenía 6 cañones, un área de calabozos, un polvorín y una gran explanada. Su forma era bastante particular, así como la construcción de los cañones, diseñados para darles un gran rango de tiro y proteger la ciudad tanto de los franceses y los españoles, como de los piratas… Nos pareció un lugar muy interesante y con unas buenas vistas del puerto y los alrededores…
A continuación, nuestro viaje en minibús nos llevó a ver la preciosa Government House, la residencia oficial del gobernador de Bahamas y el ejemplo más destacado de arquitectura colonial georgiana del archipiélago de las Bahamas…
Nuestra siguiente parada se produjo en la entrada de la destilería John Watling. La destilería estaba situada en una vieja hacienda del año 1789 muy bien conservada y poseía unos amplios y hermosos jardines. Bajamos del autobús y realizamos una visita guiada por sus instalaciones, pudiendo aprender cómo se producía el mejor ron de Bahamas desde hace siglos e incluso degustarlo… ¡Nunca habíamos probado una piña colada tan rica! Nos dio bastante rabia no poder llevarnos a casa alguna botella de la bebida espirituosa (te recordamos que sólo viajábamos con equipaje de mano)…
A media mañana, nuestro guía nos dejó en Junkanoo Beach, una de las playas más conocidas de Nassau, donde podíamos escoger entre comer el típico Fish Fry en uno de los restaurantes situados a pie de playa o darnos un chapuzón en sus aguas azul turquesa… Todos los excursionistas optaron por la primera opción, pero nosotros nos decantamos por el baño (aún era muy pronto para nosotros para comer)… El agua estaba estupenda y la playa era larguísima, de arena blanca coralina finísima, con palmeras y de un color turquesa precioso... ¡Quedamos encantados!
Cuando el resto de excursionistas hubo terminado de comer, montamos de nuevo en el bus y tomamos de nuevo Bay Street hasta que alcanzamos la última parada de la excursión: Straw Market, un tradicional mercado al aire libre que constituía una auténtica representación de la artesanía bahameña… Allí terminaba nuestra excursión pero aún pudimos dar una vuelta por nuestra cuenta por los puestos del mercado antes de regresar al barco…
La excursión contratada nos permitió ver los lugares más importantes de Nassau en poco tiempo, así que nos dejó más que satisfechos.
Pasamos las medidas de seguridad pertinentes y embarcamos de nuevo al Mariner of the Seas… El agua de la playa había abierto nuestro apetito, así que fuimos a nuestro camarote para ponernos ropa seca y coger el folleto Cruise Compass, para ver que actividades iba a haber por la tarde; y después, al buffet Windjammer, para comer.
Tras la comida, nos acercamos a la piscina principal y lo pasamos en grande viendo el concurso de planchazos que tenía lugar allí mientras nos tomábamos un helado.
El resto de la tarde la pasamos entre piscinas, jacuzzis y hamacas aunque también hubo tiempo para jugar al ping-pong y ver a los aspirantes a surfistas tomando olas en la piscina de la atracción Flow Rider de la cubierta 13.
Al atardecer, vimos de nuevo como zarpaba nuestro barco hacia su siguiente puerto, CocoCay, al que llegaríamos al día siguiente…
Luego, cambiamos el bañador por ropa casual y fuimos a cenar al buffet Windjammer, que para esa noche ofrecía comida de temática mongola y mexicana.
Poco antes de las 10 de la noche, ocupamos un asiento en el Royal Theater para ver el espectáculo Gallery of Dreams… Ese espectáculo-musical nos dejó con muy buen sabor de boca…
Las últimas horas de aquel día las dedicamos a apostar unos cuantos dólares en el Casino…
Aquella noche no nos reportó ganancias, así que no quedaba otra cosa que hacer que volver al camarote a descansar de nuestro segundo día increíble de crucero…
Para ese día, nuestro crucero haría puerto en la isla de CocoCay, una pequeña isla privada del archipiélago de Islas Berry y perteneciente a nuestra naviera, Royal Caribbean, en la que se había construido todo un complejo de diversión con: un parque acuático donde se situaba el tobogán acuático más alto de América del Norte, un globo aerostático para contemplar las vistas desde 140 metros de altura, la piscina de agua dulce más grande Bahamas y multitud de chiringuitos de playa...
A pesar de que había mucho por hacer en esa escala del viaje, el Mariner of the Seas partía pronto de este puerto, a las 5 de la tarde, así que, desde Madrid, decidimos no contratar ninguna actividad extra, como la entrada al parque acuático, pues pensamos que no aprovecharíamos la entrada; simplemente disfrutaríamos de un Día Perfecto en CocoCay.
A pesar de que nuevamente habíamos dormido muy bien mecidos por las olas del mar, otra vez nos levantamos bastante temprano… Tras vestirnos, subimos hasta la cubierta 11 para empezar el día con un buen desayuno.
Mientras desayunábamos en el bufé Windjammer pudimos ver desde sus ventanas lo que nos esperaba aquel día en CocoCay…
Tras el desayuno, nos hicimos con unas toallas de piscina y un mapa de la pequeña isla y desembarcamos…
Andamos un corto paseo y accedimos a la isla… Decidimos explorar la isla en sentido horario por lo que tomamos el camino de la izquierda que nos llevaría a Harbor Beach. Una vez allí, colocamos nuestras toallas sobre unas hamacas y nadamos en esa maravillosa playa, que más bien parecía un lago…
Después de un largo rato en Harbor Beach, continuamos explorando la isla… Esta vez, llegamos a la zona de Chill Island… Allí, encontramos 4 increíbles playas de arena finísima y aguas cristalinas… Paseamos por la orilla de las tres primeras mojando nuestros pies hasta que llegamos a la última, la más larga… Allí, aparcamos nuevamente nuestras toallas y nos adentramos en el agua… Medio a nado, medio a pie, llegamos a un chiringuito situado en el mar y rellenamos nuestros vasos con refrescos… ¡Era una gozada estar sentados sobre el agua y bebiendo en mitad de la nada!
Tanto agua abrió nuestro apetito por lo que decidimos secarnos un poco para ir a comer dando un paseo por los puestos de artesanía de CocoCay Island Market… Cuando ya no goteaba agua de nuestros bañadores, nos acercamos a comer al restaurante Chill Grill, que servía comida a la barbacoa… ¡Todo estaba riquísimo!
Cargadas nuestras pilas, nos dirigimos a Oasis Lagoon... Una vez allí, aprovechamos para tomar el sol en las hamacas colocadas alrededor de la piscina de agua dulce más grande de todo el archipiélago de Bahamas y, después, nadamos un buen rato en sus aguas… ¡Era una maravilla!
Faltando media hora para la partida de nuestro barco hacia continente americano, regresamos al puerto, no sin antes hacer una parada para ver a los peques disfrutar en Splashaway Bay, un pequeño parque acuático con toboganes, piscinas y cubos que rebosaban agua, empapando a todo el que se pusiera debajo…
Pasamos las medidas de seguridad pertinentes y embarcamos de nuevo al Mariner of the Seas… A las 5:30 de la tarde, vimos de nuevo como zarpaba nuestro barco hacia su último puerto, Cabo Cañaveral, al que llegaríamos al día siguiente y nos despedimos del precioso Cayo Coco y de las increíbles Bahamas…
Aunque un poco tristes, aún nos quedaban algunas horas para disfrutar del barco… Las piscinas, los jacuzzis y el sonido de las tragaperras del casino nos reclamaron aquella tarde…
Como solo viajábamos con equipaje de mano, dejamos a un lado la cena de gala que tenía lugar esa noche… Así que, volvimos a cenar en el buffet Windjammer, que esa noche ofrecía comida de temática caribeña y mariscos…
Después de la cena, nos acercamos al bar Boleros, donde había un concurso de bailes latinos, según nuestro folleto Cruise Compass de aquel día… ¡Qué envidia bailar así!
Casi a media noche salimos a pasear por la cubierta 12 y, como colofón a nuestro crucero, ¡vimos fuegos artificiales!
Por último, nos acercamos al karaoke de Schooner Bar… ¡Que bien lo pasamos!
Cansados, volvimos al camarote a descansar de nuestro tercer día increíble de crucero…