En nuestro camino a Chicago, nos esperaba un último tramo de casi 800 Km y algo más de 7 horas en coche, sin contar el tráfico o las paradas para estirar las piernas. En ese trayecto, sin desviarnos de la ruta, pasaríamos por otra ciudad importante: Indianápolis, en el estado de Indiana. Por eso y, para partir ese tramo de viaje tan largo, decidimos realizar una parada en Indianápolis y así poder visitar el Indianapolis Motor Speedway.
Realizamos el check out del hotel de Nashville y emprendimos el camino hacia Indianápolis, en el estado de Indiana.
Tras cuatro horas y media de viaje y una parada para comer y tras haber atravesado los estados de Kentucky e Indiana, alcanzamos Indianápolis, donde tuvimos que volver a adelantar una hora nuestros relojes...
Después de unos minutos más, llegamos al circuito de
Indianapolis Motor Speedway, el circuito donde se corren, entre otras carreras, las famosas 500 millas de Indianápolis.
Aparcamos el coche en el parking exterior del circuito y nos dirigimos al museo Hall of Fame Museum.
Una vez allí, adquirimos pases para el siguiente tour Kiss the Bricks para poder visitar el famoso óvalo, la pista del circuito. Los pases nos costaron 20$ por persona e incluían el acceso al museo.
Mientras llegaba nuestro turno para el tour, aprovechamos para visitar el Hall of Fame Museum donde pudimos ver hasta 75 coches de carreras de IndyCar, NASCAR, Fórmula 1,... y el impresionante trofeo de las 500 millas de Indianápolis de 227 Kg de peso creado por Tiffany.
Luego, comenzamos el tour Kiss the Bricks montando en un bus conducido por nuestro guía. Dimos una vuelta a la pista ovalada de 2,5 millas del circuito (eso sí, bastante más despacio que lo hacen habitualmente los coches de carreras, jeje); pero notando perfectamente el peralte de la pista... Durante el recorrido, fuimos aprendiendo datos curiosos del circuito y los grandes premios disputados en él... Luego, paramos y bajamos literalmente para besar los ladrillos de la tira de éstos de la pista original de 1909 que marcaba el inicio y fin de la pista... Pudimos fotografiar la inclinación de la pista, el graderío y, también, el podio...
A media tarde, montamos nuevamente en nuestro coche para emprender el camino hacia Chicago, Illinois.
Después de casi tres horas y media de trayecto, llegamos al hotel que habíamos seleccionado en Chicago, cerca del North Shore Conference, en las afueras de la ciudad.
Atrasamos de nuevo una hora nuestros relojes, aparcamos el coche en el parking del hotel e hicimos el check in. Al realizarlo, nos sorprendieron con una cookie con pepitas de chocolate… Subimos a la planta 14, donde se encontraba nuestra habitación, que era enorme, moderna y preciosa, dejamos las maletas y nos fuimos a buscar algo de cena.
Después de cenar, nos fuimos directamente a dormir para que pudiéramos levantarnos pronto al día siguiente para aprovechar el día en la ciudad del viento...